"Vivimos en un mundo donde nos escondemos para hacer el amor, aunque la violencia se practique a plena luz del día" John Lennon

viernes, 30 de abril de 2010

DÍA 4 (Capítulo I)

(Jardines del Hôpital Dieu)
Metro desde Malakoff Plateau de Vanves hasta Cité.
No dejó en una de las callejuelas cerca de Notre Dame. Era un día algo oscuro, pero nosotros teníamos las piernas a punto para visitar lo primero del día: el Höpital Dieu. Era uno de los hospitales más antiguos de París, y sus fachadas y sus suelos lo mostraba demasiado bien. Debíamos estar callados ya que aún funcionaba. Se escuchaban el chirriar de las camillas, los susurros de las enfermeras y los teléfonos de recepción desde el jardín. Éste estaba en el hueco que dejaba el edificio y estaba decorado con hermosos arbustos dibujados (para mí, un poco al estilo Tim Burton) y, justo en el centro, una estatua que conmemora a un doctor bastante venerado. Fue motivo de algunas burlas, ya que era de color azul y decían que era una mezcla entre Na’vi y Pitufo.
Como tuvimos que entrar en grupos, mientras esperábamos a que salieran los otros, nos sentamos frente a Notre Dame a ver cómo transcurrían las mañanas por allí. Luego volvimos a las callejuelas traseras del Hôpital Dieu para ver el Mecado de Flores y Pájaros, de gran antigüedad y variedad. Un sitio ideal para los amantes de las flora, la botánica y los animales domésticos tales como ardillas, pájaros, peces, conejos y algún que otro gatito.

(Palacio de Justicia)

Luego nos dirigimos al Palacio de Justicia, que estaba también en los alrededores. Antes de entrar tuvimos que volver a escanear las mochilas. La Saint Chapelle, una de las iglesias más hermosas de París, estaba dentro. Era pequeña y coqueta, con dos plantas. Tenía unos rosetones y unas columnas impresionantes, con cristaleras de diversos colores y formas. La luz era tenue y, sobre todo, la escalera era demasiado estrecha y antigua. A la salida de ella nos detuvimos para ver la fachada con mayor detenimiento y para leer la guía de nuevo, que nos aportó más información: tenía un pináculo en el techo con una aguja de 75 m.


(Vidriedas de la Saint-Chapelle)

Otro palacio de mención dentro del Palacio de Justicia es la Conciergerie, que visitamos después de volver a Notre Dame porque habíamos llegado demasiado temprano. Fue construida por Felipe el Hermoso en 1285 como palacio, pero se convirtió en prisión con la caída de la monarquía y el inicio la Revolución, tiempo en el que estuvieron la reina Maria Antonieta y los jueces Danton y Robespierre. Había representaciones de las antiguas celdas y un pequeño patio bello pero a la vez lúgubre. También vimos una habitación con la lista de los documentados guillotinados en la Revolución Francesa (documentados porque había muchos más que también lo fueron y no tienen la constancia de que murieron así).


(Lista de la Conciergerie, guillotinados en la Revol. Francesa)


La caminata que nos esperaba podría ser bastante cansada, pero no lo fue tanto como nos pensamos. Atravesamos todo el Boulevard Saint-Michel hasta llegar al hermoso Panteón. Cuando fue mandada construir por Luis XV, era una iglesia, pero luego, en la Revolución fue convertida en panteón para enterrar a los grandes de Francia, entre ellos Voltaire, Rousseau, Marie Curie y Victor Hugo. Su interior da paz, con el gran número de esculturas de mármol, blancas paredes y el Péndulo de Foucalt, que iba de un lado a otro con un sonido relajante. En el frente había un enorme monumento a la Convención Nacional y, en el sótano, todas las tumbas importantes.

(Estatuas principales del Panteón, Convención Nacional)


Desde la puerta del Panteón se puede divisar perfectamente el Boulevard Saint-Michel entero, con su trajín juvenil y sus exquisitas cafeterías. Bajamos por él de nuevo para volver al Barrio Latino a comer. Después de varias peleas por comer, entramos en un restaurante con un Menú a 10 euros. El mío consistía en un primero con tomate y mozzarella, el segundo era un crêpe con carne de hamburguesa y salsa de queso (la mejor comida que probé allí en París) y de postre helado de fresa y chocolate.

(El Panteón y yo)


Por tercera vez en el día, nos sentamos en uno de los parterres de Notre Dame mientras esperábamos a las profesoras a que nos dijeran que ya podíamos subir al campanario. Estábamos todos juntitos y con las bufandas bien apretadas, porque soplaba un frío viento parisino. Yo disfruté de la compañía de David, con el que escuché cerca de cinco veces seguidas unas canciones que ahora son “nuestras”.

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