El señor de los Anillos: Las Dos Torres

-No puedo hacer esto, Sam…
-Lo sé. Ha sido un error. No deberíamos ni haber llegado hasta aquí. Pero henos aquí. Igual que en las grandes historias, señor Frodo. Las que realmente importan. Llenas de oscuridad y constantes peligros; esas de las que no quieres saber el final, porque, ¿cómo van a acabar bien? ¿Cómo volverá el mundo a ser lo que era después de tanta maldad como ha sufrido? Pero, al final, todo es pasajero, como es la sombra. Incluso la oscuridad se acaba, para dar paso a un nuevo día. Y cuando el sol brilla, brilla más radiante aún. Esas son las historias que llenan el corazón, porque tienen mucho sentido, aún cuando eres demasiado pequeño para entenderlas. Pero creo, señor Frodo, que ya lo entiendo. Ahora lo entiendo. Los protagonistas de esas historias se rendirían si quisieran, pero no lo hacen. Siguen adelante, porque todos luchan por algo.
-¿Por qué luchas tú ahora, Sam?
-Para que el bien reine en este mundo, señor Frodo. Se puede luchar por eso.

(Frodo y Sam en Osguiliaz. El señor de los Anillos: Las dos Torres.

Peter Jackson como director, J.R.R Tolkien como escritor de la novela)

Sam no ha sido nunca mi favorito en esta película, pero pienso que esta es una de los mejores textos que he escuchado en toda mi vida. Con este texto también quiero reflejar cuánto me gusta la forma de pensar de Tolkien en lo que se refiere a la vida y a la muerte. A que la vida es efímera y preciosa, con sus caprichos; y a que la muerte sólo es una aventura, como decía Barrie, el creador de Peter Pan. Aunque este texto no habla precisamente de ello, sino de lo valiente que se ha de ser cuando en tus manos tienes tu felicidad, su libertad y la capacidad de llevar una vida plena. Y eso... eso es lo que más codicio, después de todo.