Un día me desperté con una nueva sensación.
No sabía si había soñado porque me había quedado dormida o me quedé dormida para tener qué soñar; lo importante es que soñé, soñé con tener un corazón en las manos. Lo sujetaba, sentía su febril reclamo a la vida. Intentaba no soltar ni una lágrima, pero era tan… hermoso. Esa era la razón por la que millones de personas se hicieron cirujanos. El poder de sentirte Dios en una sala de operaciones. El silencio, porque no escuchas otra cosa que el pitido de las pulsaciones de tu paciente. La tranquilidad de que, cuando está tumbado en la mesa, no hay ninguna otra preocupación. Certeza de que lo harás bien, alegría porque no te equivocaste de profesión tras tantos años de estudio. Seguridad de que naciste no solo para sujetar corazones sino también para extirpar tumores, para transplantar pulmones, para rehabilitar miembros que se pensaba que nunca iban a volver a moverse o para curar niños con enfermedades extrañas.
Yo no seré cardiocirujana, ni neurocirujana, tampoco pediatra ni fisioterapeuta, pero nací con ese sentimiento de ayuda a los demás. De prometer el juramento hipocrático sobre todas las cosas, de intentar solucionar problemas insólitos y de seguir luchando cuando esas personas no pueden ya hacerlo por ellas mismas. Llamadme cobarde si queréis, decid que tengo ese sentimiento porque me encantan las series y novelas médicas… pero yo siento que realmente podría tener vocación. Pero odio sacarme sangre y tengo pánico a las venas; no podría darle la confianza que un paciente requiere cuando está asustado y necesita depositar toda su confianza en ti. A ese paciente le debo respeto, porque puedo ser yo o cualquier persona conocida o incluso que no sea así… es lo menos que se puede pedir. Que deposites tu fe en otra persona que haga realidad tu cruce de dedos. Ojalá existiera el trabajo de “diagnosticador”, pero no es así. Y como en la vida hay que tener mil opciones porque no sabes qué vuelco dará tu existencia, concentraré mi pasión en la historia, la literatura y las artes, que no es menos importante.
En las noches de descanso cuando escriba mis ensayos sobre el siglo XIX o el arte del Romanticismo, volveré a soñar con mi batín blanco y con la visión de mis manos de látex sujetando un corazón palpitante.
No sabía si había soñado porque me había quedado dormida o me quedé dormida para tener qué soñar; lo importante es que soñé, soñé con tener un corazón en las manos. Lo sujetaba, sentía su febril reclamo a la vida. Intentaba no soltar ni una lágrima, pero era tan… hermoso. Esa era la razón por la que millones de personas se hicieron cirujanos. El poder de sentirte Dios en una sala de operaciones. El silencio, porque no escuchas otra cosa que el pitido de las pulsaciones de tu paciente. La tranquilidad de que, cuando está tumbado en la mesa, no hay ninguna otra preocupación. Certeza de que lo harás bien, alegría porque no te equivocaste de profesión tras tantos años de estudio. Seguridad de que naciste no solo para sujetar corazones sino también para extirpar tumores, para transplantar pulmones, para rehabilitar miembros que se pensaba que nunca iban a volver a moverse o para curar niños con enfermedades extrañas.
Yo no seré cardiocirujana, ni neurocirujana, tampoco pediatra ni fisioterapeuta, pero nací con ese sentimiento de ayuda a los demás. De prometer el juramento hipocrático sobre todas las cosas, de intentar solucionar problemas insólitos y de seguir luchando cuando esas personas no pueden ya hacerlo por ellas mismas. Llamadme cobarde si queréis, decid que tengo ese sentimiento porque me encantan las series y novelas médicas… pero yo siento que realmente podría tener vocación. Pero odio sacarme sangre y tengo pánico a las venas; no podría darle la confianza que un paciente requiere cuando está asustado y necesita depositar toda su confianza en ti. A ese paciente le debo respeto, porque puedo ser yo o cualquier persona conocida o incluso que no sea así… es lo menos que se puede pedir. Que deposites tu fe en otra persona que haga realidad tu cruce de dedos. Ojalá existiera el trabajo de “diagnosticador”, pero no es así. Y como en la vida hay que tener mil opciones porque no sabes qué vuelco dará tu existencia, concentraré mi pasión en la historia, la literatura y las artes, que no es menos importante.
En las noches de descanso cuando escriba mis ensayos sobre el siglo XIX o el arte del Romanticismo, volveré a soñar con mi batín blanco y con la visión de mis manos de látex sujetando un corazón palpitante.
Ni que decir tiene que esto va dirigido a todas aquellas personas que pronto se encaminarán al terreno de la medicina o que se sienten tan maravillados por ella como yo. Eligieron la mejor opción, de eso no me cabe duda. Ustedes... seréis nuestro futuro, seréis aquellos hombros en los que querrán depositar muchísimas personas. Un trabajo doloroso, sí... pero también muy gratificante.
Pero tú desde las artes puedes llenar miles de almas vacías, con tus letras, tu voz o tu cariño y no hay medicina que logre eso...
ResponderEliminarbesos enormes
Sólo te hace falta un bolígrafo con mucha tinta para hacer lo que la medicina aún no ha conseguido: manejar las emociones de tus lectores o pacientes a tu antojo.
ResponderEliminar:)
Ojalá los que eligieron o elegirán esa profesión tan respetable tengan un corazón tan grande como el tuyo, y comprendan el respeto y devoción que los enfermos les tienen, para que pongan el mismo tesón en sus pacientes, que el que les llevó a ser buenos en su profesión.
ResponderEliminarYo quiero ser médico. Yo quiero salvar vidas, paliar enfermedades, escuchar todo lo que los pacientes tienen que enseñar, y aprender. Pasar mi vida aprendiendo.
ResponderEliminarPorque yo sueño con una bata blanca, un fonendo, y pasillos de hospital :)
Gracias por este texto, mi Jude. Ni te imaginas cuánto bien me ha hecho.
Te quiere,
..menta :)
Lo que hacen Ari y Derek eh?
ResponderEliminarPero no, tienes toda toda la razón. Son ellos, los que mueven el mundo, los mecánicos prodigiosos de la maquina humana. Gracias a ellos, aquí estamos y seguiremos. Pero nosotras nos encargaremos, como ya te han dicho por aquí, de trabajar con aquello que no se puede tocar y solo a veces diagnosticar. Nosotros estirparemos inseguridades y haremos transfusiones de esperanza :)
te quiero pasteliiiito!
precioso, conozco a muchas personas así , y me siento afortunada de tenerlas...
ResponderEliminarEsos sanadores de cuerpos y almas , tendran algo en comun contigo, el amor a la vida y el esfuerzo continuo por ser cada vez mejores....besitos,preciosa
ResponderEliminarmadre mia =) que te voy a decir? jajaa supongo que yo soy algo del milagro que hacen los medicos =) les debo mucho la verdad, y a todas las personas que ponen su vida al servicio de los demás, sean o no sanadores ^^
ResponderEliminarTeeqiiierooo campanillaa! (LLL)L
Tu nos curas dia a dia con tu sonrisa, tu cariño y tus escritos, eres la medicina de muchos y por supuesto la mia.
ResponderEliminarTe quiero.Tata Loca